Estambul, una ciudad con infinidad de posibilidades
Estambul es una ciudad milenaria, capital de imperios y centro mundial de la cultura en la época bizantina. Sus calles están plagadas de arte y monumentos mundialmente famosos. La presencia de las tres religiones mayoritarias también ha provocado que la ciudad esté llena de templos dedicados al culto: iglesias, sinagogas y mezquitas.
Una actividad muy popular en el lugar son los cruceros por el canal del Bósforo, con una extensión de 32 km no sólo divide a la ciudad en dos, sino también a Asia de Europa. En este paseo podremos disfrutar de al menos tres de los impresionantes Palacios de Estambul y el inicio del Mar Negro. Si realizamos este paseo al atardecer, podremos disfrutar de unas vistas inolvidables.
Algunos de las construcciones más importantes de esta ciudad son: la Basílica de Santa Sofía, no sólo es el monumento más importante de la ciudad, sino también es la mayor obra de arte bizantina; La Mezquita Azul, es la mezquita más importante de la ciudad y la más bella, la imagen que nos llevaremos en su visita será inolvidable; y el Palacio de Topkapi, que fue residencia de sultanes que gobernaron el imperio Otomano hasta el siglo XIX, aunque actualmente es un enorme museo, cuya visita puede ocuparnos entre 3 y 5 horas.
No debemos pasar la oportunidad de ver los Baños Turcos, donde podremos disfrutar de un masaje y un rato de calor, agua y relajación, además de disfrutar de unas decoraciones exquisitas.
Apuntamos a la lista de lugares imprescindibles en una visita a Estambul, El Gran Bazar, uno de los mayores mercados del mundo. Independientemente de la intención de comprar o no, es imprescindible visitarlo para conocer un poco mejor la cultura y tradiciones de la ciudad.
Otro gran mercado es el Bazar de las Especias, donde podremos encontrar un sinfín de especias en un lugar que nos atraerán fundamentalmente el gran colorido de sus interminables pasillos.
Recomendación de un viajero: EL CAFÉ DE PIERRE LOTI.
Pierre Loti, seudónimo del francés Julen Viaud, aguzó su vista y su olfato y pulió aún más, si cabe, su sensibilidad en los numerosos viajes que, como marino de profesión, realizó por Oriente.
Estambul, encrucijada de civilizaciones, fue lugar de sus preferencias, y, allí, su curiosidad infatigable le llevó a encontrar, en lo más alto de la colina de Eyüp, el lugar propicio para nutrir su inspiración.
El placer que le proporcionó la mágica porción del Bósforo, que toma su nombre, Cuerno de Oro, de la conjunción de su contorno con los reflejos del sol del atardecer , constituye el pilar en que se asienta su posterior producción literaria y, a la vez, da nombre al establecimiento en el que el viajero sensible a la tranquilidad, la belleza y el sosiego se identifica y se reconcilia con la vida, degustando, quizás, un exquisito té de manzana.
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